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Ya nadie cuestiona que el mundo de los negocios está globalizado. Todos tenemos conocidos y amigos que trabajan en compañías transnacionales. La mayoría de nuestras sociedades, en mayor o menor medida, han realizado exportaciones e importaciones. Viajamos y percibimos que las grandes tiendas en todas las ciudades son de las mismas cadenas y venden los mismos productos, existen grandes firmas globales en casi todos los sectores. Ya trabajamos en un mundo global…
¿Pero de verdad eso es así? ¿De verdad nuestras compañías participan de la globalización o bien somos simples testigos de un cambio del cual participamos como simples usuarios y colateralmente como importadores o exportadores de productos?
La internacionalización ha llegado, pero no participamos de la misma manera.
Otras culturas, principalmente la anglosajona, han sido las verdaderas líderes del proceso de globalización. ¿Por el idioma? Indiscutiblemente esta es una circunstancia determinante, pero sería muy banal limitar el éxito de una cultura solamente a su idioma. Hay muchas otras circunstancias. Históricas, evolución de los imperios principalmente el inglés, etc. Pero tampoco estas circunstancias justifican por sí mismas el éxito de la cultura anglosajona enfrente de otras. No es objeto de este artículo analizar dichas causas, solo apuntarlas.
Hoy en día en un mundo global, las circunstancias históricas que permitieron a otros países liderar los procesos globales ya no son óbice para que empresarios de otros países lleven a término sus propios procesos de globalización.
En nuestro territorio está claro que si algo no falta es grandes empresarios y una gran calidad de nuestros productos y servicios capaces de competir en un mundo global.
Todos conocemos compañías españolas que han obtenido grandes éxitos, y no necesariamente grandes compañías en términos de facturación. Cualquier empresa con producto competitivo puede globalizarse, todo dependerá de una primera decisión: su determinación a hacerlo.
No obstante, son muchas las empresas que han fracasado en sus procesos de internacionalización por el desconocimiento del entorno en el que se desarrolla su actividad en otros países, y por la falta de acompañamiento en dicho proceso.
Algo que ha caracterizado el gran desarrollo de las empresas anglosajonas, y posteriormente alemanas, francesas, chinas, etc., es que aparte de que sus productos o servicios eran competitivos, acompañaban sus procesos de globalización con un entorno “amigo”. Ese entorno es posiblemente el gran factor diferencial actualmente.
En un mundo complejo, el producto es esencial pero no determinante. Hay mucho producto y buenos en el mercado. Entonces ¿qué diferencia el éxito del fracaso?: primero de todo la determinación del empresario, pero además una planificación y un acompañamiento adecuado.
Todos los mercados son maduros, y se necesita “conocimiento” para entrar en ellos. Conocimiento en relación con los productos, con el plan de negocio, con el apoyo bancario necesario, con el apoyo legal de confianza y próximo, con la selección del personal adecuado, y porque no con el apoyo de la administración.
Todos estos “apoyos” existen en nuestro mercado, y las sociedades de éxito han sabido gestionarlos adecuadamente.
La internacionalización curiosamente es mucho más sencilla de lo que parece, pero compleja de gestionar.
La internacionalización es posible, necesaria e incluso diría imprescindible en el futuro de nuestras compañías. No podemos renunciar a parte del mercado de nuestros productos. Nuestros competidores internacionales no renunciarán. Pero debe de abordarse profesionalmente, bien acompañado, sin complejos y con determinación.
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